Comparto un texto que escribí el Sábado 14 sobre una mañana en que salimos a correr a la montaña.


Ayer me acosté a las 11, relativamente temprano, porque hoy tipo 7am salíamos con Silvia a la montaña. Tenía miedo de quedarme dormido y me desperté cada dos horas por un minuto: vi la luna incrementalmente lejos, como en fotos. Por suerte me pasó esto, porque cuando sonó apagué la alarma, pero me tocó despertar de nuevo cerca de las 7 y me levanté. Dormí bien, las pausas eran cortas.

Fuimos Silvia, Ji una amiga de ella, Magda amiga de la casa y yo; todos muy buena onda (especialmente yo claro está). Nos esperamos 10 minutos a media cuadra de distancia muertos de frío, y cuando nos dimos cuenta Silvia no se hizo drama por la demora y salimos a la Montaña. Nadie sabía el camino que recorreríamos, ni siquiera ella, pero decía que eran 42km (la ruta de un Maratón que van a correr en Septiembre). Yo no le creía, pero entendía que podía ser difícil. Si eran 20kms aguantaba por mi cuenta, si eran 42km habría organización, así que ni siquiera desayuné. A veces incluso paramos a desayunar algo grande en la ruta, pero esta vez no paramos, así que le pedí parar para comprar barritas energéticas y Gatorade, ¡pero tampoco paró! Se moría de risa.

Pagamos la entrada en la casa del Parque, y pregunté al guardaparques si había caminos de alrededor de 40 kilómetros. Dijo que sí, preguntó a dónde ibamos, y le dije que precisamente esa era mi pregunta! Afuera esperaba un grupo de 15 deportistas bien preparados, de distintas edades y sexos, y se notaba que también todos muy buena onda. El deporte, el deporte de aventura en especial, es buenísimo. Un hombre explicó que hoy se hacía parte de la ruta del Maratón, totalizando 30 kilómetros. Dos conocían muy bien toda la ruta, que era más o menos única, los demás podían subir al paso que quisieran, él esperaba tomarse su tiempo (máximo 4 horas de subida y 3 de bajada).

Con Silvia empezamos corriendo. Corrimos bien, en subida. Me bajé mi botellita de agua al instante, llevaba el corazón bastante exigido, todo el tiempo sintiendo las pulsaciones en la cabeza. El camino era difícil, de piedras sueltas, a veces mojado, a veces en canaletas. Pocas bajadas en las que alcanzaba a Silvia con zancadas largas, y muchas subidas en las que avanzaba a pasos largos; ella nunca dejó de trotar. Las otras dos chicas (y casi todos en realidad) quedaron atrás; adelante iban menos de 5 atletas creo. Paramos dos veces que hasta a Silvia se le complicaba, me ofreció agua de su mochila dos veces con electrolitos y proteínas. Pasamos dos miradores ESPECTACULARES: a una laguna, a dos valles, a cascadas, a montañas bastante verdes, a la Cordillera Gigante y Nevada al fondo. Seguimos corriendo y veíamos a los primeros, Silvia repetía que no podía creer lo bien que estaba corriendo, sobre todo comparando con mis primeros días por acá (la ultramaratonista!!), y que no teníamos nada que envidiar al paso de los que entonces lideraban. Estaban “cerca” pero arriba, por la montaña.

Acá empecé a pistonear. Era como el décimo kilómetro de subida más o menos, supongo que cerca de dos horas desde la salida sin parar de subir (el desnivel es de ~2.000m, el del Cerro San Cristóbal que subimos durante la semana es de ~300m y no es fácil). De estar al paso de Silvia, la dejé seguir como si hubiera pinchado una rueda. Algunas veces me incentivó a seguir y la seguí, pero acá me dejó, me vio medio muerto. Segui subiendo caminando, y por un momento estuve como eufórico, no podía creer todo el paisaje, la buena onda de la gente, el viaje a Chile en general… pensé hasta en cada uno de mis familiares, como en esos “flashback” de los que la gente habla que se tienen antes de morir. Súper feliz, como en una buena borrachera. Al sol, que lo venía extrañando en Santiago, pocas lindas nubes y aire claro (por fin), casi de Primavera. Como alucinado. En el viaje le pregunté a Silvia si a veces para de entrenar, y me dijo que si para se siente errática, como que tiene una dependencia! Bueno, eso, estaba supongo borracho de endorfinas.

Por suerte había cerca una “falsa cumbre”, un mirador, el mejor, con una roca, y me senté un rato. Ahí me bajó la presión y no tuve energías ni para pensar. Estuve solo, llegó un chileno que habíamos pasado, siguió viaje arriba. Me dio miedo: ¿tendría que subir o que bajar? De repente no tenía energías, así, binario: tanque vacío. Empecé a tener hambre con dolor, hambre de verdad, peor que en los viajes en bici. Miré alrededor y sólo había espinos. Pensé en las facturas de la oficina, en las galletas de mi cajón, en el mate, en las tortillas españolas de Thelonius, en las milanesas de Argentina o los lomos de La Vaca Gorda. Fue increíble, fue como vivir una semana en la montaña y sin comida pero serían las 12hs del mismo día. Segui subiendo caminando y parando, como un viejo, dudando del camino y de cada paso. La gente me iba a empezar a pasar, y les iba a pedir provisiones, total el día en la montaña es corto y no sería grave dejar a alguien con menos alimentos de los que llevó.

Me pasaron tres, charlamos un rato, y se iban a ir pero les pedí con toda vergüenza provisiones. Sin dudarlo y sonrientes bajaron sus mochilas y me dejaron una banana, galletas y agua. Juro que intenté comer la cáscara de la banana (no se puede). Me pasó otro chico joven, y me vio a media máquina sentado en otra roca, sin tener que preguntarle me ofreció agua y un Snicker grande que OH DIOS qué bueno estaba. Me contó mientras comía que vio a una alemana venir también sin conocer el camino y sin provisiones… ¡le dije que ni idea quién era! :-) También les había dejado Snickers (desde ahora soy fanático).

Con las comidas y agua reviví un poco, seguí subiendo y encontré a Silvia bajando, bajamos juntos. Las nubes empezaron a tapar todos los miradores, o sea que si no paraba en ese mirador no hubiera tenido tiempo de ver un buen Paisaje. Empezó a refrescar. Encontramos a las chicas por ahí, ya cerca de la cumbre, y empezamos a bajar. Se nos hizo eterno. Nos preguntábamos si habíamos corrido por aquí o por allá, nos preguntamos cómo pudimos recorrer tanta distancia. Vimos cómo en la subida no pensamos más que en los próximos dos metros para no tropezar, y en cómo se sentían nuestros corazones y pulmones. Y ahí noté que sin la organización de una “Adventure Race” es peligroso, porque uno sube sin raciocinio, con el sólo objetivo de mantener un buen paso y llegar, pero bajar cuesta muchísimo también (de hecho más), y se recorre distancia sin notarlo, y se hace largo física y psicológicamente. Llegamos “al” río, y después al otro, y después al otro. Eran como 5 cauces más de los que contamos en la subida, donde sólo corríamos cuidando de no patinar.

Llegamos por fin abajo como a las 3:30pm. Cruzamos mochileros y no los envidié para nada, encuentro ahora que me gusta la montaña así, donde el paisaje es más dinámico y se vuelve a casa en el día. Las mochilas pesan, y no se avanza nunca. El desvío a la autopista también se nos hizo eterno a los 4 (se ve que vinimos emocionados!), y paramos en un restaurant a comer rápido (Silvia hoy trabajaba), un lomo grande y al punto, con dos huevos fritos, con papas fritas, con un jugo de frambuesas increíble. Esto fue como a las 4:30/5, y no se aderezó con tinto porque era tarde para Silvia.

Nos dejó en un subte, llegamos a casa, me bañé, dormi una siesta. Cociné fideos con salsa y volví a comer. Y ahora voy a dormir, supongo, como pocas veces en mi vida.

La distancia era buena: 30km es mucho y es justo antes del “muro”. Pero erramos en no saber la ruta/distancia/qué llevar. Incluso a Silvia la auxilió un atleta con barras energéticas. La subida cansa mucho en los gemelos, la bajada cansa mucho en los músculos de adelante, así que no tuvimos descanso hasta llegar al auto.

Hoy vi que físicamente todo esto es obviamente una basura (por cómo se siente, no por cómo fortifica), y me pregunté de nuevo porqué gusta salir a hacerlo. Y vean que hablé de varias cosas bastante más como de otro nivel que el físico, y entonces en esos casos la incomodidad ya no importa, de hecho tal vez sea buena para eso. Entonces cuando uno habla de placer físico voy a acordar con que salir a correr es llanamente feo, pero cuando corro pienso y vivo cosas que están como más allá del placer físico, que también me encanta. Un pequeño descubrimiento.