Justo cuando la rutina empezaba a sentarme cómoda (puede describirse y también criticarse como “zona de comfort”), cambia todo el paisaje, como si me mudara. Y es que se muda mucha gente a mi alrededor. En Startup Chile se van empresas de la generación anterior, tengo muchos amigos en ese grupo, y hoy llegó una nueva generación. Muchas caras nuevas en las oficinas, y, como cuando llegamos nosotros, internet en Moneda colapsó y trabajamos entonces desde casa.

En la casa también: en dos semanas se mudan todos, menos los chilenos y yo. Nelson me indicaba, con experiencia de años cambiando su entorno regularmente: “vas a tener que presentarte de cero de vuelta, como si fueras vos quien llega de viaje”.

Es un ejercicio interesante en mi opinión, obliga a desafiar todas las asunciones y presunciones que uno tiene. Mis compañeros ahora me describirían con palabras como “deportista”, “trabajador”, “desordenado” (u “ordenado”), o lo que sea, y de repente mi entorno cambia completamente, y tal vez con ello todas estas cualidades, que son relativas. Me quita de la zona de comfort, me obliga a revisar si esas cualidades se siguen sosteniendo o no son tan reales, y a escuchar nuevas maneras de pensar y de vivir.

La semana pasada pasé unos días en Buenos Aires. Tanto me acostumbré a la vida en Santiago que la viví como un turista, la amé aún más de lo que había logrado amarla cuando vivía, también, una linda rutina. La encontré desordenada (tanto en el mal sentido como en el bueno), sucia, llena de actividades, con hermosos paisajes y arquitectura, con un tránsito de locos, con esa magia que tienen los lugares cuando uno viaja. Tal vez por eso amo los cambios que contaba antes, es como viajar, y la “magia” lo acompaña a uno a donde vaya. Vi de nuevo que me parece una ciudad genial para vivir como estudiante o turista, pero no tanto para la vida diaria a largo plazo. Pagamos cervezas más caras que en países desarrollados por San Telmo, y pagamos un buen asado más barato que una cena de pizzería por Mataderos.

En tres meses encontré los precios en pesos bastante más altos, problemas acrecentados por la restricción a las importaciones, mayor indignación por corrupciones y control estatal, que torna ilegal la compra de cualquier divisa extranjera incluso para viajar. Hablé con gente que no es pesimista ni de desconfiar, que me contaba que esperan una nueva crisis, y me sentí cómodo teniendo soporte legal del otro lado de las montañas.

Hoy salimos a correr en un día frío y nublado, y nos costó muchísimo la subida. Danilo decía que sentía el aire malo, Michael que nos cansamos por falta de entrenamiento (en Buenos Aires no corrimos), y yo creo que desmotivaba un poco el paisaje gris. Imaginé en mi mente el claro sol sobre estas nubes, como cuando vimos la mañana clara sobre la niebla desde el mirador, pero la energía de la imagen duró segundos. Se que voy a extrañar esta vida santiagueña, espero recordar entonces con mayor éxito que se puede disfrutar así en cualquier momento y lugar, y que no debería depender tanto del lugar o las circunstancias. Sea turista, estudiante o habitante permanente, Buenos Aires y Santiago son siempre las mismas.